Cuando empezó la pandemia en 2020, Noemí Guzmán, 60, se acababa de jubilar y estaba viviendo con su hijo mayor, que trabajaba en construcción. Como muchos obreros, se quedó sin trabajo durante la pandemia.
Con los dos sin trabajo y con las cuentas que seguían llegando, Guzmán recurrió a la despensa de Grace and Peace en North Austin, de la cual había escuchado por un amigo.
“Nos dieron suficientes alimentos para mí y para mi hijo para sobrevivir durante la pandemia”, dijo. En esa época, Guzmán, junto con un grupo de voluntarios en su vecindario, ayudaban a operar un comedor comunitario para vecinos sin hogar en colaboración con su iglesia.
“Eso era mi pasión”, dijo. “Pero no estaba segura si iba a poder continuar. Creía que tendría que parar mi trabajo voluntario para conseguir empleo.”
Los alimentos que obtenía de Grace and Peace cada semana aseguraban de que ella y su hijo pudieran sobrellevar la pandemia sin que ella tuviera que ponerle fin a su retiro. “Pude seguir dándole de comer a la gente en el comedor comunitario porque tenía suficientes alimentos para mí y para mi hijo. No sé qué hubiera hecho sin ellos (Grace and Peace)”.
Desde ahí, Guzmán ha asistido a menudo a las distribuciones de la despensa en Grace and Peace.
“Estoy tan agradecida por los alimentos que he recibido de esta despensa. Me ha ayudado mucho. He comido bien con lo de acá—carne, arroz, huevos, leche, todo. Ha sido una bendición”.
Desde la pandemia, la despensa Grace and Peace ha sido un recurso vital en las comunidades de North Austin y Hermosa para muchas personas, como Noemí. Una de las coordinadoras de la despensa, Carmen Rodríguez, ha visto a cientos de personas entrar por la puerta desde que empezó a hacer voluntariado en la despensa en 2019.
“A veces la gente entra aquí y esto los abruma”, dice Rodríguez, señalando a los muchos estantes de productos frescos y alimentos no perecederos que conforman la despensa. “Vienen solo para lo básico, como la leche y el pan, y cuando entran acá y ven la abundancia de alimentos, veo el impacto que tiene en ellos, la gratitud en sus rostros”.
Debido a la alta demanda, en marzo de 2024, Grace and Peace expandió su despensa en colaboración con el Banco de Alimentos Chicago. Agrandaron su edificio para crear un espacio más grande dedicado a la despensa, lo cual les permitió atender a más vecinos y expandir sus fechas de distribución.
La despensa ahora organiza distribuciones tres días a la semana, atendiendo alrededor de 600 personas semanales, comparadas con las 400 personas a las que atendían durante el pico de la pandemia.
“Ahora con el espacio más grande, podemos acomodar a más, lo cual significa que podemos atender a más”, dijo Rodríguez.
El influjo de gente que vieron cuando abrieron la despensa expandida fue instantáneo. “Ha sido algo que no esperábamos. Creíamos que lo que teníamos era grande pero simplemente se está volviendo más y más grande. Sigue existiendo bastante la necesidad de alimentos en Chicago, tanto como o incluso más de lo que era durante la pandemia, y queremos hacer todo lo que podamos para aliviar eso”.
El incremento en asistencia que la despensa Grace and Peace han visto en los últimos meses refleja las necesidades elevadas que nuestros sitios asociados a lo largo de Chicago y el Condado de Cook también están presenciando. En los primeros tres meses de 2024, nuestros socios de la red atendieron a 26% más de clientes que en ese mismo periodo el año pasado.
Ruth Méndez, 34, ha estado asistiendo a distribuciones de la despensa Grace and Peace durante los últimos meses. Méndez llegó a Chicago de Venezuela con su familia hace menos de un año. Su esposo trabaja en construcción, y ella se queda en la casa para cuidar a sus dos hijas pequeñas, que tienen 5 años y 6 meses.
“Los alimentos que consigo acá me ayudan bastante porque mi familia vive de un solo sueldo”, dice Méndez. “Aunque mi esposo trabaja tiempo completo, su sueldo no es suficiente para mantener a los cuatro. La despensa me ayuda no solo con comida, pero también con artículos para la bebé y para mi hija mayor. Puedo obtener un montón de cosas aquí que son necesidades. Es de mucha ayuda para mí”.
La pastora y coordinadora de la despensa Elsie Rodríguez, dice que a lo largo de los años, ha visto a gente de todo tipo venir a la despensa. “Familias, solteros, viejos, jóvenes, discapacitados, negros, blancos, latinos, asiáticos, de todo — no hay un tipo de persona que viene a esta despensa”, dijo.
“Nunca se sabe las circunstancias de alguien. Estamos aquí para atender a todas las personas, sin importar de dónde vienen o cuál es su situación”.
“Es un honor venir acá y atender a estas personas”, dijo Carmen Rodríguez. “Vienen acá y esperan en la fila para la comida, pero no es solo la alimentación física lo que buscan. Vienen acá para la alimentación emocional y mental también. La gente suele venir acá estresada y no hay nada mejor que verlos caminar por esas puertas y relajarse. La sonrisa que tienen en su cara cuando se van es lo mejor de este mundo”.
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